Las sanciones están llevando a Irán y Venezuela a los brazos del otro
La política estadounidense de “presión máxima” no ha destruido a la economía iraní, y Teherán ahora está compartiendo sus lecciones de resiliencia con el asediado régimen de Nicolás Maduro en Caracas.
En los últimos años, los venezolanos han visto cerrar miles de tiendas. Es negocio tras negocio que fracasa, hundidos por el peso de una fuerte depresión económica, con sanciones paralizantes. Así que la apertura de un supermercado en el este de Caracas, en julio, fue catalogado como un evento. No obstante, lo inusual fue que los compradores que acudían en masa a la tienda tenían dificultades para entender lo que estaban comprando: muchas de las etiquetas de los productos estaban en farsi, no en español.
En los últimos años, los venezolanos han visto cerrar miles de tiendas. Es negocio tras negocio que fracasa, hundidos por el peso de una fuerte depresión económica, con sanciones paralizantes. Así que la apertura de un supermercado en el este de Caracas, en julio, fue catalogado como un evento. No obstante, lo inusual fue que los compradores que acudían en masa a la tienda tenían dificultades para entender lo que estaban comprando: muchas de las etiquetas de los productos estaban en farsi, no en español.
La apertura de este mercado es el más reciente episodio del acercamiento entre Venezuela e Irán, dos países sujetos a estrictas sanciones económicas de Estados Unidos. Los legisladores estadounidenses se apresuraron a denunciar el evento, y el secretario de estado adjunto interino, Michael Kozak, describió la inauguración como un ejemplo de “una alianza de estados parias”. Durante los últimos cinco meses, Irán ha enviado camiones cisterna de gasolina, repuestos y expertos para reparar una refinería en problemas y un barco lleno de alimentos para ayudar a la nación sudamericana, asolada por la crisis.
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Los expertos en política exterior a menudo clasifican a Venezuela e Irán de manera similar, como estados parias bajo la presión de las sanciones secundarias de Estados Unidos, que disuaden a otros países de comercializar con ellos por temor a ser castigados por Washington.
Las sanciones a Venezuela e Irán han sido efectivas para recortar ingresos por exportaciones, contribuyendo a una de las mayores contracciones económicas registradas en la historia de América Latina y a una pérdida de más de dos tercios del valor del rial iraní y a altos déficits fiscales en Irán. Pero también están llevando a los dos países a los brazos del otro.
Irán no lo está haciendo tan mal como Venezuela, pero su profunda recesión y la aceleración de la inflación han alimentado la preocupación de que esté al borde de un colapso económico al estilo de Venezuela, donde la hiperinflación aviva el malestar popular y la deslegitimación del gobierno.
Sin embargo, el simple hecho de que Irán, que se ha enfrentado a una amplia campaña de sanciones durante más de una década, haya acudido recientemente en ayuda de Venezuela, que ha estado bajo presión de las sanciones durante solo unos pocos años, sugiere un grado notable de resistencia económica. Al comparar las dos economías, la pregunta más importante no es si Irán se volverá como Venezuela, sino si Venezuela se volverá más como Irán.
Venezolanos van de compras en Megasis, el primer supermercado iraní en el país sudamericano, en Caracas el 31 de julio. La relación entre Teherán y Caracas se está aumentando, un aprieto para su enemigo compartido, los Estados Unidos.STR/AFP via Getty Images
Desde que la comunidad internacional impuso por primera vez sanciones económicas contra Irán a mediados de la década de 2000, los responsables políticos iraníes, en particular aquellos con una perspectiva conservadora, han afirmado repetidamente que el país respondería adoptando una “economía de resistencia”, que tendría como objetivo reducir la dependencia de las importaciones y la inversión occidental. Estas declaraciones hicieron creer que Irán también aceptaría el aislamiento económico. Pero, como argumentaron Parvin Alizadeh y Hassan Hakimian en 2013, caracterizar la “actitud y postura [de Irán] hacia la economía global como totalmente desconfiada, aprensiva o crítica sería una postura simplista”. Si bien puede ser antiimperialista, no está aislada.
En el año que culminó en marzo de 2020, Irán generó 41,3 mil millones de dólares en ingresos por exportaciones de bienes no petroleros. Aproximadamente la mitad de este total provino de productos manufacturados. En el mismo período, las exportaciones de petróleo de Irán totalizaron solo 9 mil millones de dólares, lo que marcó un momento histórico en su economía: el sector industrial del país, que emplea alrededor de un tercio de la fuerza laboral, obtuvo el doble de los ingresos por exportaciones generados por el sector petrolero del país.
Sorprendentemente, Irán logró aumentar las exportaciones no petroleras durante un período en el que estuvo sujeto a sanciones secundarias de Estados Unidos con excepción de dos años. Una de las principales consecuencias de la presión de las sanciones, la fuerte devaluación del rial, en realidad sirvió para hacer que las exportaciones iraníes fueran más competitivas en el exterior.
El desarrollo del sector privado iraní en la primera década del milenio, que abarcó mejoras en la calidad y eficiencia de la fabricación, así como la captura de la participación del mercado local, llevó a un mayor número de empresas manufactureras a considerar el potencial de exportación. Desde marzo de 2019 hasta marzo de 2020, China fue el principal destino de sus exportaciones no petroleras. Irak, los Emiratos Árabes Unidos, Turquía y Afganistán son otros de los cinco principales destinos.
Irán todavía enfrenta importantes desafíos económicos debido a la campaña de “presión máxima” del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Las repercusiones de las importaciones, caras y poco fiables, en el sector manufacturero no solo interrumpen el impulso de las exportaciones no petroleras, sino que también actúan como un motor de inflación. Esta vulnerabilidad se puede ver en la reciente depreciación del rial, donde las interrupciones del comercio relacionadas con la pandemia empujaron la moneda a la baja.
Pero los políticos iraníes ya han indicado que su respuesta será duplicar lo que Alizadeh y Hakimian han descrito como una característica de larga data de la política económica iraní bajo presión: la “búsqueda [de] oportunidades beneficiosas para el compromiso con la economía internacional”. El reciente acercamiento de Irán a Venezuela, con el nuevo espectáculo de las exportaciones iraníes a la venta en los estantes de los supermercados en Caracas, es el último ejemplo de este enfoque oportunista de compromiso internacional.
Un empleado de la petrolera estatal de Venezuela, PDVSA, alza una bandera iraní mientras el petrolero Fortune llega en la refinería El Palito en Puerto Caballo, Venezuela, el 25 de mayo. El primero de cinco petroleros de Irán llevando gasolina y derivados del petróleo necesarios llegó a Venezuela en un período en el que los Estados Unidos se preocupaba por la relación creciente entre dos países que percibe como parias internacionales. AFP via Getty Images
La economía de Venezuela se ha visto muy afectada por las sanciones financieras y económicas impuestas por los Estados Unidos en los últimos años, un golpe que siguió al daño causado por los gobiernos del expresidente Hugo Chávez y el presidente Nicolás Maduro, que no supieron administrar uno de los mayores auges de recursos experimentados por cualquier país de la región.
Sin embargo, las sanciones contra Venezuela han sido ineficaces para generar el cambio de régimen que buscan los funcionarios estadounidenses. Veinte meses después de la decisión de Estados Unidos y un gran número de naciones europeas y latinoamericanas de reconocer a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, Maduro está, en todo caso, aún más aferrado en el poder.
Decirles a los venezolanos que piensen en las sanciones como un mal necesario que se debe sufrir para deshacerse del régimen de Maduro es un mensaje que funciona mucho mejor en Florida que en Caracas. Una encuesta privada reciente de la encuestadora venezolana Datanálisis encontró que el 65,2 por ciento de los venezolanos están en contra de las sanciones petroleras. Esa puede ser una de las razones por las que en los últimos 18 meses el índice de aprobación del líder opositor Guaidó ha caído del 61 al 28 por ciento, según la misma encuesta. Mientras tanto, la escasez de ingresos en divisas ha obligado al gobierno de Maduro a corregir el rumbo en algunas áreas.
Por ejemplo, en septiembre de 2018, un año después de que Estados Unidos impusiera sanciones financieras y luego de una caída de alrededor de 800.000 barriles por día en la producción de petróleo, el país reformó su sistema cambiario, permitiendo que la moneda se volviera completamente convertible por primera vez en 15 años.
Al principio, estas reformas monetarias fueron recibidas con escepticismo; no era la primera vez que Maduro coqueteaba con la flexibilidad del tipo de cambio. Sin embargo, con el tiempo se hizo evidente que el nuevo sistema implicaba una sorprendente reversión en una de las palancas de políticas clave utilizadas por el régimen venezolano. Una de las medidas estándar de las distorsiones económicas en las economías altamente reguladas es la prima del mercado negro, que se define como la diferencia entre el precio al que se venden los dólares en el mercado negro y su precio legal.
En Venezuela, esta prima captura el tamaño de las ganancias que obtendrían las personas suficientemente bien conectadas para obtener acceso a los escasos dólares vendidos por el gobierno al tipo de cambio oficial más bajo. La medida, que había alcanzado un promedio surreal de 350.000 por ciento en los 12 meses previos a las reformas, promedió solo el 4 por ciento el mes pasado, según cálculos basados en datos del mercado y del Banco Central, y ahora no es inusual que sea negativa en algunos días.
Al igual que con la liberalización parcial en Irán, el fin del sistema de control de cambios en Venezuela tuvo importantes implicaciones macroeconómicas. En primer lugar, implicó el fin de las rentas sustanciales que acumulaban quienes podían acceder a dólares preferenciales. También puso fin a un enorme impuesto implícito a las empresas extranjeras, incluidos los socios de las empresas mixtas en el sector petrolero, que anteriormente se habían visto obligados a vender dólares a una tasa oficial sobrevaluada. Además, puso fin a los intentos del gobierno de aplicar estrictos controles de precios a los minoristas, a quienes anteriormente se les exigía que valoraran sus insumos importados a la tasa oficial.
El rígido sistema de controles de precios establecidos por el gobierno en casi todos los sectores, que había estado en vigor desde 2011, fue reemplazado en 2018 por un sistema de “precios acordados” establecido en negociaciones bilaterales con el sector privado. Según el centro de estudios liberal venezolano Cedice, el gobierno llevó a cabo solo alrededor de 1.000 auditorías gubernamentales de tiendas de propiedad privada en los primeros siete meses de 2019, en contraste con un promedio de 7.700 por año entre 2017 y 2018. Para 2020, los precios acordados fueron denominados en moneda extranjera y se ajustaban en gran medida a las solicitudes del sector privado.
De hecho, el gobierno de Maduro fue más allá al no solo tolerar, sino también aceptar abiertamente el uso de dólares estadounidenses para transacciones nacionales. Cuando el candidato de la oposición Henri Falcón prometió dolarizar la economía venezolana si ganaba las elecciones presidenciales de mayo de 2018, Maduro reaccionó acusando a su adversario de querer “vender Venezuela al imperialismo”. Pero para noviembre de 2019, Maduro había cambiado completamente de opinión, diciendo que no veía “nada malo en eso”.
Imitando, además, la medida de Irán de noviembre de 2019 de reducir los tradicionales subsidios al combustible, Maduro puso fin a la práctica de décadas de vender gasolina a un precio cercano a cero. En un nuevo esquema presentado en mayo, el gobierno ahora racionará el acceso a la gasolina subsidiada y permitirá a los compradores comprar tanta gasolina como quieran a precios internacionales. La venta al por menor de gasolina no subvencionada la realizarán estaciones de propiedad privada. Cabe destacar que Maduro explicó que la necesidad de vender gasolina a precios de mercado tenía que ver con el hecho de que el país tenía que pagar en efectivo por la gasolina que le compraba a Irán.
Pasará mucho tiempo antes de que Venezuela pueda pensar en la inversión del sector privado como un protagonista en la recuperación de la economía. Pero hay otra forma en la que Venezuela se ha adaptado al colapso de su industria petrolera, lo que también la hace mucho más resistente. En los últimos cinco años, se estima que más de 5 millones de venezolanos, o alrededor de una sexta parte de la población, han abandonado el país. Las remesas se han convertido ahora en una de las principales fuentes de divisas. A pesar de la pandemia de COVID-19, los ingresos por remesas han continuado fluyendo, lo que ha permitido a Venezuela ralentizar la sustitución de importaciones. Las importaciones aumentaron un 3 por ciento interanual en los primeros cuatro meses del año según los datos de 31 socios comerciales, a pesar del colapso total de las exportaciones de petróleo.
El colapso económico de Venezuela tiene muchas causas, y es difícil desentrañar cuánto es consecuencia de la mala gestión y cuánto se debe a las sanciones. Pero lo que está claro es que tanto el gobierno como la economía en general han desarrollado sus propios mecanismos de supervivencia para lidiar con un entorno externo mucho más restrictivo, evidencia de que los pasos hacia el desarrollo económico pueden darse en períodos de severa contracción económica. Para los gobernantes venezolanos, el impulso de Irán de aumentar los ingresos por exportaciones no petroleras, junto con su mayor dependencia del sector privado, es un modelo a seguir.
El ministro de asuntos exteriores iraní Mohammad Yavad Zarif (derecha) saluda al ministro para relaciones exteriores venezolano Jorge Arreaza en el edificio del ministerio de relaciones exteriores en Teherán el 20 de enero. ATTA KENARE/AFP via Getty Images
Todavía no está claro si Venezuela adoptará por completo una resiliencia al estilo iraní a las sanciones, evitando las nociones populistas de aislamiento y sustitución de importaciones en pro de la búsqueda pragmática de nuevas fuentes de ingresos en divisas. Pero la posibilidad plantea importantes interrogantes sobre la eficacia de la política de sanciones de la administración Trump en ambos países.
Los defensores de la política de presión máxima actúan partiendo de la premisa de que la consecuencia inevitable de elevar la presión más allá de cierto punto será obligar al régimen sancionado a abandonar el poder, o al menos a cambiar su conducta. Los formuladores de políticas estadounidenses, aunque busquen complacer a los movimientos de la diáspora, tienden a ver el aislamiento como el único objetivo sensato de la política de sanciones. Sin embargo, como han señalado muchos observadores, este enfoque plantea la pregunta de qué hacer si el régimen en cuestión sobrevive a la presión y se vuelve más resistente.
Un enfoque más equilibrado y realista para hacer frente a los regímenes forajidos comenzaría por comprender que los incentivos positivos pueden desempeñar un papel importante en la creación de alicientes para las reformas económicas y políticas, en particular dadas las formas en que los países sancionados continúan buscando ganancias del comercio exterior.
Es probable que países como Irán y Venezuela, que pueden demostrar resiliencia frente a la coerción económica a corto plazo, respondan a los incentivos a mediano y largo plazo dada su orientación fundamental hacia el compromiso con la economía global. De esta manera, las mismas estrategias que adoptan los países sancionados para desafiar las sanciones y el aislamiento pueden convertirse en la base de un acercamiento económico y político más sólido y exitoso en el futuro.
Francisco Rodríguez is the Rice family professor of the practice of international and public affairs at the University of Denver’s Korbel School of International Studies. Twitter: @frrodriguezc
Esfandyar Batmanghelidj is the founder of the Bourse & Bazaar Foundation. Twitter: @yarbatman
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